martes, 12 de marzo de 2013

Alice Munro se mete en "La Piel que hábito" de Almodóvar

He de reconocer después de ver "La Piel que hábito" de Pedro Almodóvar por segunda vez;  aparte que es una gran película, nada que ver con la última, el manchego sabe seleccionar sus lecturas. Y me reafirmo en mi teoría de que, además de excelente director y guionista, es un hombre culto.

Así nos lo demuestra, mostrándonos un primer plano de la novela de Alice Munro, Escapada, en las manos de la protagonista de cinta, Elena Anaya. Concretamente esta portada.


Que los cuentos de Alice Munro son especiales lo ha dicho mucha gente. No se parecen a los de nadie, está claro. Escapada también nos deja a sus lectores perplejos y asombrados, pero con la conciencia de que conocemos un poco más el alma humana.

Son sus cuentos historias largas, de muchas páginas, en las que los protagonistas son siempre mujeres. Con continuos saltos al pasado que a veces nos despistan y consiguen que volvamos a páginas anteriores para releerlas y comprobar que no nos hemos perdido nada, Munro consigue en estos cuentos raros, que a veces abarcan muchos años, en los que nunca sucede nada especial, meternos en las vidas de sus mujeres protagonistas, que no son excesivamente fuertes, ni resolutivas, pero a las que llegamos a comprender sin saber muy bien por qué.

La autora narra las vidas de sus personajes —lo que hacen, lo que les sucede— pero también nos las explica haciendo incisos, dando vueltas, centrifugando la acción, como si añadiera piezas a un puzzle que, de todas formas —lo sabemos desde el primer cuento— queda siempre incompleto porque la vida es demasiado compleja, enmarañada, rica en matices, para poder capturarla en su totalidad. Ni siquiera se consigue en unas páginas de buena literatura, parece decirnos. 

Pero en Escapada Munro da un paso más para presentarnos a sus personajes y nos muestra a una misma protagonista, Juliet, en tres cuentos, en tres etapas de su vida. En el primero va al encuentro de un amor presentido; en el segundo visita, ya madre de una niña, a sus padres ancianos y los mira con ojos de adulta, juzgándolos; y en el tercero vemos a Juliet, víctima de sus actos anteriores y de la vida misma, abandonada y juzgada por su propia hija. Son tres cuentos que se complementan y que, con los mismos personajes, formando un círculo imaginario, nos tiñen la mirada con una pátina triste y al mismo tiempo irónica. Por lo visto esto es la vida: dar vueltas para acabar en el mismo sitio, pero más cansado.

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